Canícula de calefactos
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TEMAS
La novela de suspenso
se despliega como el clima,
que nunca llega a su clímax
aunque el calor es intenso.
El sol que no quema, tizna,
pero la lluvia es más lenta:
el presagio de tormenta
apenas queda en llovizna.
Pájaros electorales
–cándidas alas de votos
tachados, manchados, rotos–
picotean los barandales.
Córdova y Hitchcok en junta
hacen cuentas y balances,
mas la historia no despunta.
Pamela de San Martín
toma nota en un papel
tan blanco como ella, y él
también se mancha sin fin,
pero nada dice el lienzo:
que jamás la burocracia
creará por su desgracia
tal novela de suspenso.
Anaya & Anaya, en puerto
seguro, sacan del mar
un cuerpo: por puro azar
–no da señales de vida–,
con la mano adormecida
aún masturban al muerto.
El clima a todos enerva:
fatigados de esperar,
todos quisieran estar
desnudos sobre la hierba.
Se agolpan los nubarrones
sobre nuestra plaza de armas:
50 mil moscardones
entre las redes de Telmex
zumban y exigen –el clima
se les vuelve un anticlímax–
el cadáver de Riquelme.
La bruma de la canícula
va borrando la película.
Ya se disipa el suspenso
en bochorno tan intenso.
Quien aún le tenga confianza,
dé a Anaya todos los créditos
y aún puede pedirle réditos
–que Riquelme los esquilme–
por este pésimo filme
que a todos aburre y cansa.
El PAN queda en el alambre,
a unos metros de la cima.
Le prometen un buen clímax
–anulación y sanciones–
después de las vacaciones.
Dios, le va a dar un calambre.