Coahuila y Tamaulipas: el paradigma y las encuestas
COMPARTIR
TEMAS
Tradicionalmente se da por descontado que las encuestas de preferencia electoral influyen sobre la decisión de un hipotético universo de votantes. Que crean opinión pública y percepción, por tanto ayudan a encarrilar a un ciudadano sin ideas propias y, en el mejor de los escenarios, indeciso. Como también posicionan políticos, facilitan su ascenso al poder; les pavimentan el camino.
Dicha definición a dos vías es prácticamente aceptada como un dogma de fe en la cultura política mexicana. Una muestra de cómo esa creencia se ha convertido en ley es la prohibición de “publicar o difundir por cualquier medio”, tres días antes de la jornada electoral y hasta la hora del cierre oficial de las casillas, “los resultados de las encuestas y sondeos de opinión que tengan por objeto dar a conocer las preferencias electorales de los ciudadanos”. Lo que se conoce como periodo de reflexión, o veda electoral.
Ahora bien, ¿realmente influyen las encuestas en la decisión del voto?
La respuesta pareciera lógica, pero es muy distante a lo que regularmente se piensa: los efectos de las encuestas sobre un electorado son “mínimos e inofensivos”. No lo dice quien esto escribe, sino Covarrubias y Asociados, una empresa encuestadora que, en noviembre de 2012, presentó esta conclusión al entonces IFE durante el foro “Las encuestas electorales: regulación y relevancia (la experiencia de 2012)”, basada en sus propios estudios.
Un ejemplo para dimensionar: quince días después de la elección presidencial de 2012, Covarrubias encuestó a un universo de votantes de los cuales el 58% vio o leyó una encuesta relacionada con ésa elección. Al 87% de ellos, sin embargo, no influyó la encuesta para saber por quién votar.
Lo anterior viene a cuento debido a una encuesta de preferencia electoral que acaba de levantar en Coahuila otra empresa especializada: Berúmen y Asociados, del 8 al 17 de agosto de 2016 presuntamente.
En esos 10 días, según la metodología aplicada, visitaron mil secciones electorales de 1688 que existen en Coahuila, lo cual se antoja de entrada imposible considerando la extensión territorial de la entidad.
Suponiendo sin conceder que sí hayan realizado dichos cuestionarios en el domicilio de los entrevistados, cara a cara, los resultados demuestran que no se trató de un ejercicio casual o aislado. Al contrario, es similar y paralelo a otro realizado por Berúmen en Tamaulipas en la misma circunstancia. Me explico.
Tamaulipas, como Coahuila, ha sido gobernado por el PRI durante 87 años y tienen un padrón electoral similar e idénticos problemas sociales. Incluso allá, como acá, el PRI se llevó “el carro completo” en las elecciones federales (2015) previas a la de Gobernador.
Allá, siete meses antes de la elección para Mandatario Estatal, sin candidatos ni precandidatos designados, Berúmen diagnosticaba al PRI 24 puntos adelante. Y “los encuestados’”veían ganar al Partidazo hasta por 48 puntos de ventaja. Aplastante. Apabullante.
Acá, 10 meses antes de la misma elección y con una muestra metodológicamente idéntica, resulta casi lo mismo: una ventaja de 31 puntos a favor del PRI.
¿Casualidad?
Allá tardaron cinco días en levantar el “estudio” y costó 70 mil pesos. Acá 10 días y no se sabe quién lo mandó elaborar ni cuánto se pagó, aunque se presupone lo doble y el Ayuntamiento de Torreón figura en su lista de clientes, como se puede verificar en su portal de Internet.
Pero hay un detalle: en Tamaulipas ganó el PAN la gubernatura con 50.14% de los votos, contra 33.80% del PRI. Y por primera vez en 87 años tendrán alternancia en el Gobierno Estatal, aunque en las encuestas daban una desventaja de hasta 48 puntos a la oposición.
Cortita y al pie
No son un elemento de prueba, ni siquiera una fotografía, como dicta el lugar común. Los sondeos de opinión operan en un entorno donde otro tipo de estímulos ejercen mayor influencia. Aunque los políticos tienden a sobrestimar la significación de las encuestas para el ciudadano de a pie, la exposición y credibilidad a las mismas es limitada.
La última y nos vamos
Esta semana Covarrubias mostró los resultados de una encuesta donde pondera los 10 gobernadores mejor evaluados del País. Salvo Rolando Zapata, de Yucatán (7.36), los 31 restantes obtuvieron una calificación reprobatoria.
Rubén Moreira, con 6.42, se ubicó en la novena posición. Un logro, según la publicación.
Y aquí viene un contraste interesante: José Calzada Rovirosa, entonces Gobernador de Querétaro, fue considerado por Covarrubias y Asociados el Mandatario mejor evaluado del País en 12 de 13 parámetros de gestión de 2012 a 2015. Pese a ello, en la siguiente elección para Gobernador del Estado su partido, el PRI, perdió el poder.
@luiscarlosplata