El mes más cruel…
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No poca gente tuvo a bien marcarme para comentarme lo siguiente. No pocas glosas y apostillas recibí con motivo de un díptico publicado en estas páginas de VANGUARDIA sabatinamente en lo que titulé como tertulia “Café Montaigne”. Fueron 2 textos, el 14 y 15 de abril, los cuales los dediqué a explorar una recurrencia, una patología estacional y climática, la jetatura, el sino casuístico (o de destino, no sé) de nacer y morir los grandes estetas, los mejores escritores y pensadores, en el mes de abril. Lo abordé en un díptico que se fue cumpliendo puntualmente a la letra conforme íbamos arrancando las hojas al calendario del mes primaveral. No pocos comentarios coseché al respecto. Gracias por leerme.
Extraña coincidencia de morir o nacer en abril por parte de estetas altos, genios, titanes de las letras y del pensamiento. No repetiré lo ya glosado con suficiencia. Pero es de pensarse que en abril, y sólo para contextualizar, murieron don Miguel de Cervantes, William Shakespeare y el Inca, Garcilaso de la Vega.
Coincidencia histórica de extrema casuística. Y si usted lo notó, conforme avanzaban los días lerdos de Semana Santa, se empezaron a apilar cadáveres señeros. Murieron los mexicanos Sergio González Rodríguez (1950-2017), el poeta Juan Bañuelos; en abril murió el fino pensador italiano a los 92 años, Giovanni Sartori (1924-2017). Caray, abril fue fiel a su honor y linaje de ser un mes duro, áspero, no obstante el brote de flores en el campo. No perdonó a los anteriores escritores.
El politólogo italiano fue uno de los filósofos más relevantes en los estudios dedicados a los sistemas políticos imperantes, el sistema de partidos y la sociedad influenciada de manera “perversa” –lo escribió– por la televisión en su estudio sociológico más conocido, “Homo Videns”. De hecho, mantuvo una posición crítica, férrea e intratable, sobre el entonces Presidente de Italia, Silvio Berlusconi, magnate de los medios a quien en su momento lo definió como “el sultán Berlusconi”. ¡Vaya!, un cacique para nosotros en esta aún América bárbara. Al final de sus días se dedicó a desplumar el ambiente multicultural de Europa y sobre todo y debido a los acontecimientos, el islamismo y terrorismo creciente que hoy es una realidad nefasta en toda Europa (Manchester acusa dolorosamente) y Estados Unidos.
Tres pensadores de primera línea han muerto en abril. La tríada da de qué hablar en su coincidencia fatal. Sergio González Rodríguez fue un escritor que vivió y padeció lo que documentaba como investigación en sus libros. Por uno de ellos, “Huesos en el Desierto”, fue apaleado en la CDMX.
Esquina-bajan
En este texto, González Rodríguez visitó en su profundidad y sevicia, la matanza de mujeres (feminicidios) en el Norte de México. Muertes que siguen ocurriendo al día hoy. De manera sorda, callada, pero sin prisa y sin pausa, sigue ocurriendo eso llamado o tipificado ya en territorio nacional como feminicidio. Y cuando éstos ocurren, enseñan las entrañas de los mexicanos, su piel y el esqueleto. Enseñan de verdad de lo que está echa la sociedad mexicana, algo oscuro que hierve en su sangre: el ADN de los mexicanos es una manifiesta brutalidad incubada, machismo, amargura, y sí, sevicia como fuego. ¿El último, el penúltimo ejemplo? Claro, aquí voy.
El viernes último de marzo y justo en la hora del lobo, cuando no se adivina la madrugada, ni llega la mañana por ningún lado, aunque así se dice por muletilla común; en plena avenida emblemática de la Ciudad de México, Paseo de la Reforma, en un auto de buena marca, BMW, cinco personas tuvieron un accidente atroz y tremendo, debido a la velocidad con la cual manejaba el conductor (185 kph) y claro, alcoholizado. El saldo fue de cuatro personas muertas. Dos de ellas, mujeres jóvenes y en plenitud de vida. Una de 27 y la otra de 29. Karla Saldaña y Claudia Reyes.
Una de ellas se había casado recientemente con su novio por ceremonia civil y recibiría la argolla de matrimonio para el rito religioso. Las preguntas en las redes sociales e Internet que todo lo pudren se cebaron en ellas, afloraron los demonios de la sociedad que las condenó y crucificó en los días siguientes. Ojo, no al conductor asesino: ¿qué hacían el par de señoritas bebiendo a esas horas de la noche y en un auto con tres tipos a los cuales se especulaba, acaban de conocer en un bar? Las decenas de opiniones machistas, el estereotipo del mexicano promedio afloró y se resume en el siguiente comentario en Facebook de un gerente de tienda capitalino: “Lo que veo, esa chica era de cascos ligeros, borracha con desconocidos, sin avisar, o sea a escondidas, en que pasos andaría, por desgracia pagó con su vida, la vida loca.” Ya muertas, crucificadas.
Letras minúsculas
En este y otros avatares, hurgó Sergio González Rodríguez. El mejor homenaje, leer a los tres escritores muertos en abril.