Las ventajas de las desventajas
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En ocasiones las limitaciones se convierten en ventajas y las superioridades en pérdidas; podríamos decir que existen “ventajas” en las “desventajas” y esto aplica lo mismo para países que para personas. Pareciera que, a la postre, los recursos poseen una temible maldición: generan zonas de comodidad que ciegan, que provocan indiferencia, abulia y decadencia.
Existen países, como es el caso de México, a los que la naturaleza generosamente dotó de abundantes recursos naturales, pero, a pesar de ello, gran parte de la población continúa sumida en la pobreza y desigualdad. Por otro lado, países como Japón, Corea del Sur, Hong Kong, Taiwán y Singapur que, sin contar con recursos naturales, han logrado un desarrollo económico sorprendente. Envidiable.
Inclusive en el ámbito educativo las economías basadas en abundantes recursos y riquezas naturales tienden a rendir menos en la educación, posiblemente esto se deba a que los países con pocos recursos han tenido que aprender a vivir de su ingenio y persistencia. Como muestra un botón: en los años 50, Corea del Sur tenía uno de los peores índices de analfabetismo en el mundo, pero hoy nos divertimos con sus pantallas planas, nos comunicamos con su tecnología y movemos con sus autos. Los economistas, a este fenómeno lo denominan “la paradoja de la abundancia”.
¿CUÁNTAS VECES?
Cuántas veces no hemos visto a personas con serias restricciones físicas que sorprenden a propios y extraños con sus personalísimos logros, que inclusive (y a pesar de sus serias limitaciones) se vuelcan solidariamente para ayudar a sus semejantes; acaso, en alguna ocasión, no hemos sido testigos de personas que teniendo todo no llegan a emprender absolutamente nada, sencillamente porque han decidido habitar el mundo con el freno puesto, personas que hacen de sus vidas permanentes coartadas para evitar mirar el corazón de sus semejantes, que han perdido las coordenadas y los valores imprescindibles de cualquier existencia productiva y generosa.
A PARTIR DE HOY...
Es cierto: infinidad de personas con abundantes posibilidades de progresar suelen estancarse, mientras aquellas que tienen menos medios, gracias a su empeño y ganas de superarse, llegan a conquistar inimaginables cimas. Así lo cuenta la siguiente historia:
¿Qué otra cosa podía hacer aquel hombre? De hecho, nunca había aprendido a leer ni a escribir, no tenía ninguna otra actividad ni oficio. En realidad, era su puesto porque su padre había sido el portero de ese viejo hotel antes que él, y antes que él, el padre de su padre. Durante décadas, el hotel había pasado de padres a hijos y la portería también.
Un día, el viejo propietario murió y su joven hijo con inquietudes, creativo y emprendedor, se hizo cargo del negocio. El muchacho decidió modernizarlo totalmente. Citó al personal para darles instrucciones. Al portero le dijo: —A partir de hoy, usted, además de estar en la puerta, me va a preparar un informe escrito semana de las actividades realizadas—. El hombre tembló.
—Me encantaría satisfacerle, señor —balbuceó—, pero no sé leer ni escribir.
—¡Ah! ¡Cuánto lo siento! No puedo pagar a otra persona para que haga esto y tampoco puedo esperar a que usted aprenda a escribir, por tanto tenderé que prescindir de usted.
¿QUÉ HACER?
El portero sintió que el mundo se derrumbaba. Llegó a su casa, desocupado por primera vez en su vida. ¿Qué podía hacer? Pero era un hombre de fe.
Recordó que en el hotel, cuando se rompía una cama o se estropeaba la pata de algún armario, se las ingeniaba para hacer un arreglo provisional.
Pensó que esta podía ser una ocupación transitoria, hasta que alguien le ofreciera un empleo. Para tal aventura tenía que comprar una caja de herramientas. Pero sabía que en su pueblo no había ferreterías, entonces, se decidió a viajar dos días en mula para ir al pueblo más cercano para realizar las pertinentes compras.
De regreso, los vecinos se enteraron que contaba con herramientas, entonces le fueron pidiendo prestado: Ya un martillo, ya un desarmador, o bien, tornillos o clavos.
Un día, el vecino (al que le había prestado el martillo), le dijo: —Mire, todavía requiero esta herramienta. ¿Por qué no me lo vende?
—No —contesto el hombre—, la necesito para trabajar, además, la ferretería está a dos días de camino.
EL PRINCIPIO
—Hagamos un trato —dijo el vecino— le pagaré dos días de ida y dos de vuelta, más el precio del martillo y otros utensilios. Total, usted está sin trabajo. ¿Qué le parece?—. El hombre aceptó.
Al regresar, otro vecino lo esperaba a la puerta de su casa. —Hola, vecino. ¿Usted le vendió un martillo a nuestro amigo?
—Así es—, contestó el hombre.
—Yo necesito unas herramientas. Estoy dispuesto a pagarle por ellas—. Entonces el ex portero abrió su caja de herramientas y su vecino eligió una pinza, un destornillador, un martillo y un cincel. Le pagó y se fue.
EL DESCUBRIMIENTO
El hombre comprendió que no toda la gente disponía de tiempo para hacer sus compras, descubriendo una posibilidad de negocio relacionada con las herramientas y artículos de ferretería. Por tanto, en el siguiente viaje, trajo más herramientas y enseres.
Una vez por semana viajaba y compraba lo que necesitaban sus clientes. Pronto aprendió que podía ahorrarse viajes y ganar más dinero si encontraba un lugar para almacenar las herramientas.
Con el tiempo alquiló un local. Después lo compró; así, el negocio se convirtió en la primera ferretera del pueblo que, gracias a la agricultura, se iba convirtiendo en una pequeña ciudad.
Las personas de los pueblos cercanos prefirieron comprar en su ferretería para ahorrar días y las molestias de los viajes. Pronto el hombre empezó a desarrollar subdistribuidores en esos poblados.
Un buen día se le ocurrió que uno de sus amigos —el herrero—, podría fabricar para su negocio las cabezas de los martillos. Y después... ¿Por qué no? También las tenazas, las pinzas, los cinceles, los clavos y demás utensilios; los amigos se asociaron para iniciar una fábrica de herramientas y enseres para muy diversos oficios.
Al paso del tiempo el antiguo portero, gracias a su honestidad y persistencia, se convirtió en un empresario próspero, en un fabricante y comercializador de herramientas.
El boyante comerciante jamás olvidó sus orígenes, razón por la cual solía emprender proyectos sociales a favor de su comunidad; así, un buen día, decidió construir para su pueblo una escuela de artes y oficios con la intención que los jóvenes pudiesen desarrollar sus talentos.
EL ASOMBRO
Llegado el día de la inauguración el alcalde organizó una gran fiesta en homenaje a su fundador, evento en el cual le entregó las llaves del pueblo diciéndole: —Con gratitud le pedimos nos conceda el honor de poner su firma y unas palabras en la primera página del libro de honor de la escuela.
—Sería un honor para mí —dijo el hombre—, pero no sé leer ni escribir. Soy analfabeto.
—¿Usted? —dijo el alcalde, que no acababa de creerlo—, ¿usted no sabe leer ni escribir?, ¿usted construyó una imponente empresa sin saber leer ni escribir? Estoy asombrado. Me pregunto qué hubiera hecho si hubiera sabido leer y escribir.
—Yo se lo puedo decir, —respondió el hombre con calma—. Si yo hubiera sabido leer y escribir... ¡Sería hoy el portero del hotel!”
¡SORPRENDENTE!
A pesar de no contar con recursos una persona con voluntad férrea y visión supera los más espinosos obstáculos; indudablemente, el estudio es necesario y útil, pero el conocimiento sin carácter y generosidad es estéril, infructuoso.
Como el portero de la historia, más hace la persona que quiere, que aquélla que tiene recursos, sabe y puede, pero que no emprende por ausencia de fuego interno, o por encontrarse radiantemente distraído en una letal zona de comodidad.
Vaya si la vida es sorprendente: Las desventajas encierran grandes ventajas. Caminos insospechados… Para descubrirlas sólo hay que creer en Dios y emprender sin miedo la marcha.
Programa Emprendedor ITESM Campus Saltillo
cgutierrez@itesm.mx