Loop de control
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El avance del ser humano en los últimos setenta años en materia de conocimientos ha sido asombroso. El despegue lo puedo ubicar cuando Norbert Wiener y Arturo Rosenblueth conectaron la conexión entre el mundo de las máquinas y el de los seres vivos durante la Segunda Guerra Mundial.
La cibernética, la auténtica y original “ciencia del gobierno”, empieza por fin a gobernar al mundo, querámoslo o no.
El primer paso han sido los gadgets: computadoras, lásers, fibra óptica, satélites, y de 2009 en delante el iPhone, y sus réplicas.
El segundo paso se está tardando un poco más. Es la aplicación de las leyes del control y las comunicaciones para transformar los métodos y procesos de gobierno. A pesar de que el sistema de pesos y contrapesos de la Constitución de USA —y sus muchas copias— tiene nociones cibernéticas, todos los gobiernos siguen aferrados al paradigma burocrático para lograr resultados inventados durante la Revolución Industrial.
Debe ser evidente que todas las organizaciones basadas en burocracia, o la administración de las cuatro M’s, (men, materials, machinery and money) están tronando en todo el mundo. Los partidos políticos tienen ya nula credibilidad, como Trump lo ha demostrado. Las grandes corporaciones que no se adaptan a los tiempos cambiantes están muriendo a gran velocidad.
México pudiera ser —porque es totalmente posible que lo sea— el país que adopte otra forma de gobierno, basado en “loops” de control en tiempo real, yo no en papeles y documentos que nadie lee y a pocos les importan. Nuevo León sin duda.
Las industrias avanzadas tienen controles en tiempo real, pero en administración el mundo va rezagado. Poco provecho sacamos en el gobierno a los teléfonos inteligentes y a las capacidades de cómputo fenomenales que existen para también aprovechar Big Data, automatización, robótica e inteligencia artificial.
México sigue atado al método parsimonioso llamado prueba y error. Corregir un error tarda un sexenio o más. Solo que hace treinta años una carta en el correo se tardaba dos o tres semanas en llegar de Monterrey a la capital. Ahora a velocidad de “chat” una semana es una eternidad.
Lo anterior viene al caso porque el gobernador Jaime Rodríguez Calderón se ostentó como un innovador. Dijo que tiró el chip viejo y lo cambió por uno nuevo. Año y medio después el chip nuevo, si acaso, parece un 8088 que es demasiado primitivo e inservible.
Una vez marginado de la modernidad por decisión propia, está en plena metamorfosis regresiva, que es como decir que los burritos son bonitos de chiquitos pero se ponen feos de grandes. El bronco pelaje se está tornando en escamas de broncosaurio.
Primero fueron las cobijas; y como que espera que la gente se le olvide. A los que botaron al PAN y al PRI y votaron por él no se les olvida. Somos de los de cero tolerancia. Con el cerrojazo que le dio, se baja el cero y no contiene.
Luego convierte un cadillo político en persecución penal. Claramente Gilberto Lozano nada tuvo que ver con los destrozos a Palacio el 5 de enero. Tengo su relato completo. De hecho la única responsabilidad inevitable o sin defensa es la de los policías que se concretaron a observar los destrozos.
Pero ahora viene el tercer pecado. Ha utilizado a su secretario de Gobierno para armar una intriga presidencial y una supuesta negociación con Nuevo León como trofeo. Qué pena que Peña le marcara el alto públicamente.
En mi opinión personal, Jaime Rodríguez ha perdido la confianza necesaria para seguir como gobernador. Aportó mucho, pero su chequera política ya tiene saldo rojo. Sería mejor que con la excusa de una campaña presidencial nos hiciera el gran favor de irse, para no volver.
Necesitamos acortar el tiempo en que actúa el “loop de control” político. Dos años para detectar y reparar el error, está más a tono con los tiempos modernos que vivimos.
javierlivas@prodigy.net.mx