Al despedirse, acabada la tertulia, ella apretó la mano del eclesiástico un poco más de lo aprobado por las conveniencias. Esa noche no durmió don José Miguel Guridi y Alcocer
No eran todos aquéllos, sin embargo, los principales pasatiempos del señor cura. En todo Tlaxcala, y más allá de sus confines, tenía fama de seductor de damas
¿Qué comieron los pasajeros del Titanic? Me refiero a los de primera clase. Los pobres emigrantes irlandeses, que pagaron 2 libras por el pasaje, deben haber comido sólo papas
En Hollywood, busqué la estrella de las dos grandes estrellas. Al encontrarla di silenciosamente gracias, no sé si a Dios o a Hollywood, por haber puesto en el mundo a estos grandes señores de la risa.
Creo que allí murió. Por una aberración de su estado morboso llegó a no tomar como alimento sino pepitas de calabaza de esas que venden en las esquinas de los arrabales
Para diseminar su semilla este árbol se vale de un medio singular: cuando su fruto madura se rompe con un estallido tan violento que lanza las semillas lejos
Madrid es una ciudad provinciana. Todas las del mundo lo son, menos París. Y los domingos en la tarde también París. Los madrileños son provincianos hasta sin darse cuenta
La vez que digo hice lo que hago siempre: al levantar el vuelo el avión me santigüé. Volvió la vista hacia mí el moderno sacerdote y me miró como diciendo: ‘¿Y este loco?’
La pequeña obra de Strauss es descriptiva. En ella las percusiones desempeñan un papel muy importante. Suena una fusta que restalla como las lenguas de las cotilleras
Todo en Saltillo le gusta al general García. A los niños los mira rubicundos; le encantan “las mujeres con ‘chapas’ al natural en sus mejillas”. Visita el Palacio de Gobierno, “pleno de historiales”
Ya las campanas no hablan como antes. Ya no creemos que sirven para alejar la amenaza de los rayos y para conjurar a los demonios. Ya no se escucha el Ángelus, ni se detiene la gente para persignarse
Me he propuesto hallar palabras que usaban los clásicos castellanos y que usamos nosotros todavía. En Cervantes y Tirso, en Alarcón y Góngora, en Quevedo y Lope he encontrado vocablos que tienen medio milenio y más de edad
Por su propia naturaleza la lengua está en continuo cambio, de modo que tratar de fijarla es vano empeño. Y su esplendor no puede derivar de los académicos, sino de los escritores que la prestigian